El auténtico objetivo de la vida es ser feliz, disfrutar de ella y llegar hasta un lugar en que no estés siempre intentando ir a otro sitio. Muchas personas se pasan la vida esforzándose para poder llegar a otro lugar y jamás consiguen llegar.
Una de las formas de entender como encontrar tu objetivo en la vida es regresar a la naturaleza y encontrar la tuya propia.
Lao Tse nos recuerda que todo ser se origina del no ser. Es el espíritu lo que da la vida. No proviene realmente de tus padres. Tú y todos nosotros provenimos de ese lugar llamado espíritu. Todos cuando llegamos al mundo, lo hacemos a partir de una gota diminuta de protoplasma humano, de una pequeña mota. Todo lo que había en aquella pequeña mota se convirtió en ti. Todo lo que necesitabas estaba en aquella pequeña mota. Durante los 9 primeros meses de vida, desde el momento de la concepción hasta el momento del nacimiento, lo han hecho todo por ti y no has tenido que hacer nada. No te preocupaba de qué color tenias los ojos, ni que aspecto tenia tu cuerpo. Es algo que no depende de ti, te rindes ante ello. Es un impulso que te manda hacia la dirección en que se supone que tienes que ir. Y no es ninguna barbaridad plantearse que si todo lo necesario para el viaje físico ya estaba contenido ahí, porqué no también todo lo necesario para el resto del viaje?. Todos tus propósitos están ahí. Todo lo que eres, tu personalidad está ahí. Todo lo que puedes llegar a ser, no sólo lo físico, sino todo el resto, si eres capaz de abrirte y lo permites.
Nos rodea un montón de gente, nuestra familia, nuestra cultura allá donde vayamos, y empiezan a decirnos que no podemos confiar en quienes somos. Tenemos que confiar en algo exterior a nuestra persona y hacemos un viaje hacia la ambición. Desde que decimos ahora nos ocuparemos nosotros, le estás dando un matiz, estás cogiendo esa perfección y expulsando al creador. Ahí aparece el EGO.
El Ego es una parte nuestra que empieza a decirnos que no somos una creación divina y perfecta. Esa parte del todo de la cual provenimos. De hecho nos dice, tu sólo eres lo que tienes. Se empieza con cosas como los juguetes para pasar a las cuentas corrientes y a las posesiones. En menos que canta un gallo empezamos a identificarnos en base a nuestras posesiones. Empezamos a creer en una serie de creencias que dicen que cuanto más tenga, más valioso seré como persona. Por lo tanto, nos pasamos la vida cogiendo a los niños y sumergiéndoles en una cultura que enfatiza ese MÁS. Casi se convierte en un mantra del EGO «Tienes que poseer más», cuanto más tienes, más consciente eres de que la gente va a intentar arrebatarte las cosas y más te obcecas en protegerlas y en cómo poder conseguir muchas más. Pero el dilema es que, si eres lo que tienes, y las posesiones desaparecen, lo que eres también desaparece en el proceso. Cuando te apegas a cosas y luego desaparecen, acabas perdiendo a tu ser.
Por lo tanto, el segundo componente de este EGO es la idea de que no sólo soy lo que tengo, sino que también soy lo que hago. Lo que hago se convierte en eso que llamamos LOGRO. Y en este caótico mundo que cree que se es lo que se hace, nos consumimos pensando que la idea del éxito, del valor y de la valía, se basa en cuantas cosas se puedan llegar a conseguir. Por lo tanto, tengo que ganar más dinero, tengo que intentar ascender, tengo que competir con todo aquel que quiera arrebatarme lo que yo tengo. Ésto se nos enseña una y otra vez.
La tercera característica del EGO es que soy lo que los otros piensan de mí. Es decir, soy mi reputación. Esto es muy importante entre los jóvenes a los que se les enseña que tienen que vestirse según el gusto de los otros y que si no les gustas, tienes un problema. Si esto te tortura, serás distinto cada vez que sales. Y sin darte cuenta, dejas de ser para ti, y empiezas a ser para los demás. Tu esencia se va quedando tapada por capas y capas de apariencia, de disfraces y máscaras que utilizas para ser aceptado.
El EGO tiene un sistema de creencias muy resistente que dice que la persona está separada del resto. Además, otra característica del ego nos enseña que también estoy separado de todo lo que hecho en falta en la vida, de todas las cosas que me gustaría tener. Finalmente el ego nos enseña el error más mayúsculo de todos, nos enseña que estamos separados de la fuente. Y una de las cosas más simples que se aprenden en el atardecer de la vida cuando pasas a la fase del sentido de la vida es darte cuenta de que provienes de una fuente a la que podemos llamar Dios, Tao, no importa el nombre. Esa fuente está en todas partes, no hay ningún lugar donde no esté, tiene que ser así porqué lo crea todo, todo proviene de esa fuente. Por lo tanto está en mí, si está en todas partes, también está en mí. Y si está en mí, está claro que también tiene que estar en lo que siento que me falta en la vida. Si entendemos esto, de algún modo, ya estás en sintonia en espíritu, con todo lo que hechas en falta en la vida y te gustaría tener. Sólo te queda ser consciente de que ya estás en sintonia.
A medida que nos acercamos al atardecer de la vida, seguimos las mismas directrices del ego que aprendimos en el amanecer de la vida ( la fase en que sentimos que tenemos que hacer cosas por motivos externos) , que se basan en la competición, en ganar, en ser mejores que el resto, etc… Intentamos aplicar estas mismas conductas al atardecer de la vida y por eso acabamos viviendo una mentira. Porqué lo que era verdad por la mañana, por la tarde ya es una mentira.
El problema es que no sabemos como pasar a la fase del sentido de la vida. Se trata de regresar a esos primeros 9 meses, desde el momento de la concepción hasta el momento del nacimiento. Tenemos que llegar a un lugar donde podamos rendirnos y tener la sensación de que no estamos solos, de que nos van a guiar, de que tenemos una naturaleza y de que podemos confiar en ella. No se trata de algo con lo que siempre tengamos que luchar, de lo que siempre tengamos que estar al cargo. Pensad en ello de esta forma, dejarse llevar por la vida en vez de intentar controlarlo todo.
Sin embargo, a medida que entramos en la fase del sentido de la vida, lo que sucede es que empezamos a pensar en el cumplimiento de un Dharma, en cumplir un destino, en algo más profundo, un llamamiento que sólo podemos sentir en nuestro interior. Nadie más os puede decir qué es, pero si lo sentís y lo sabéis, ganar y superar a otra gente se vuelve menos importante, que sentirse realizado y vivir la vida con un objetivo que va más allá de la posesión material y mi reputación.
Fuente: «El Cambio». Dr. Wyne Dyer.