… Mientras contemplo el paisaje, algo llama mí atención, frente a mí, 10 espejos situados en círculo cortan mí paso. Me bajo del coche y empiezo a mirarme en ellos. No veo nada, sólo me siento incómoda, me da vergüenza y escucho a mí mente haciéndome preguntas… De repente, se forma un gran tornado que me invade de emociones y sensaciones que me cuesta mucho controlar… tristeza, ganas de llorar, frustración, enfado… Me quedo ahí, lo siento y finalmente consigo apartarme. La mente me aplaude “bien hecho, lo hemos conseguido”, pero a pesar de sus felicitaciones, no me siento tranquila y en paz. Es entonces cuando empiezo a llorar…
El tornado desaparece y vuelvo a ver los espejos, pero algo es diferente, ahora puedo ver reflejos en ellos. Me doy cuenta que esa armadura que he llevado puesta y que tanto tiempo he estado cuidando, está perdiendo color, se está haciendo invisible y deja ver lo que hay debajo. Me gusta esa sensación y a la vez me aterra.
Estoy perdiendo lo que me ha protegido hasta el día de hoy. Me siento vulnerable, desnuda, los reflejos me mandan un mensaje: “te veo”.
Puedo conectar con mí ser por un instante, y ahí está mí acompañante fiel, la mente, para alejarme, desconectarme y mantenerme a salvo una vez más, o eso me hace creer.
De entre todo ese amasijo de hierro aparece un pequeño rayo de luz que impregna todo lo que me rodea. Sale del corazón, ese órgano olvidado al que un día, se le quitó el permiso de sentir y que ahora, ha vuelto a latir. Lo noto, sabe que lo noto y quiere acompañarme a recorrer ese camino sin mapa, ese camino a ninguna parte.
No puedo dar una explicación de porqué está sucediendo, siento la presión de la mente por entender, por controlar… quiere que regrese al punto de partida, “eso ya lo conocemos, estamos seguros”, a la vez el cuerpo quiere seguir avanzando y el corazón le sigue.
Todo lo que nos encontramos en nuestro camino está ahí para algo, aparece cuando tiene que aparecer y sólo necesita que le des cabida, que le dediques un espacio para que esté, sin juicios, sin justificaciones, simplemente sentirlo para que puedas seguir avanzando.
elena.morenro@gmail.com